En primaria, tuve un amigo que se llamaba Román, eramos muy crcanos pero me salí de esa escuela en cuarto y desde ahí perdimos el contacto. Pero era un buen tipo, le gustaban mucho los deportes y como consecuencia siempre tenía mucha energía, cuando eramos compañeros de clase le pasaba respuestas (que ahora que lo pienso, ¿qué podía ser complicado en cuarto de primaria?) y por eso se la pasaba conmigo a pesar de que yo nunca fui atlético. Él siempre hablaba de como le iba en su casa; Román tiene dos hermanitos, Max y Edgar, y desde ese tiempo ya hablaba de cómo los molestaba con las bromas que le enseñaba un tío, y estas historias resonaban más con Emiliano, un amigo mutuo que también tenía sólo un hermanito pero también lo molestaba desde pequeño.
Hace unos años (yo debería haber tenido 16 años) encontré a Román en facebook y nos pusimos en contacto. Resultó que sigue siendo un gran tipo y me hablaba normalmente sin importar que no nos habíamos hablado en como cinco años. Al final me dijo que si óbamos a ver una película y luego pasábamos a su casa a comer, yo iba a ir de regreso a la ciudad ese fin de todas maneras, entonces le dije que sonaba bien.
Cuando lo vi me quedé muy sorprendido de lo mucho que había cambiado; Román estaba un poco más alto que yo, tenía el pelo corto, estaba mucho más blanquito que lo que recordaba, su voz era grave, tenía los brazos súper musculosos, y las piernas igual, estaban tan grandes que parecía que tenía pintados los pantalones. Pero seguía actuando igual.
Vimos la película, hablámos, todo normal, todo bien, y luego llegamos a su casa. La comida todavía no estaba lista entonces nos pusimos a ver la tele. Y luego llegó Edgar a pedirle dinero a Román. Como buenos hermanos, se gritaron un ratito, el menor más quejumbroso que el mayor.
- No mames, consíguete tú dinero, ¿yo por qué te voy a andar invitando cosas?
- ¡Ándale! Te lo pago el miércoles, te lo juro
- No
- No seas mamón, ¿qué te cuesta?
- Ah, ¿estoy de mamón? - Dijo Román riéndose y un poco enojado
Entonces agarró a Edgar de los hombros y lo forcejeó hasta bajar su cabeza a la altura de su cintura, ahí, Román puso la cabeza de su hermano entre sus muslos para que estuviera doblado de la espalda. Edgar se trataba de salir de ahí, pero su hermano le apretaba las sienes con las piernas para no dejarlo, los quejidos del hermanito eran claros e iban ganando intensidad con el tiempo.
En eso, Román agarró el resorte que salía de los pantalones de Egdar y lo estiró hasta su espalda media, la tela azul que salía junto con el resorte estaba toda estirada y tensa.
- A ver, ¿ya vas a dejar de andar jodiendo? - Le dijo Román a Edgar mientras amontonaba más y más del calzón azul en sus manos - ¿O te los rompo de una vez?
- No, ya déjame
- ¿Me vas a seguir pidiendo dinero?
- No, no, ya entendí - Estaba gritando el menor y poniendo sus manos por su culo tratando de tomar sus calzones para evitar que siguieran jalándolos.
- Di que eres puto
- Ya, güey, déjame
- Hasta que digas que eres puto
- No mames
- ¿No lo vas a decir?
Edgar no le respondió, y muy para la desgracia de Edgar, el hermano mayor decidió tomar eso como un "no".
- Oye - Dijo, viendome a mí - Ayúdame
Me acerque a donde estaban los dos y no entendí para qué quería mi ayuda.
Román sacó a su hermanito de las piernas y lo levantó del calzón par que se parara bien y dándole la espalda. Edgar trató de salir corriendo pero le puso una mano en el pecho y le apretó un pezón. El niño gritó, pero no lo soltó, desde su chichi lo jaló para que no se alejara mucho. Ya no hizo tanto ruido pero estaba respirando muy fuerte y haciendo "tsss" de vez en cuando. Nada más de verlo se notaba que le estaba dejando la teta muy roja.
Mi amigó le estiró elresorte con la otra mano para darme un pedazo a mí, tomé el resorte de un lado y luego él lo tomó del otro lado.
- Lo agarras muy fuerte y lo jalas hacia tu pecho - Me dijo Román rapidamente y sonriendo
Entonces, Román pasó su pierna por los tobilllos de su hermano, haciéndolo caer de cara al piso.
Pero en vez de caer con la cabeza, se mantuvo en el aire por sus calzones y también por su pezón, el cual Román no había soltado todavía, tenía una mano en su pechoy la otra en el resorte del calzoncillo, yo tenía mis dos manos en el resorte, pero Edgar estaba más levantado del lado que se staba cargando con una mano, ni yo con ambos brazos podía elevar a este niño hasta la altura que Ramón lo tenía con uno sólo.
- ¿Ya lo vas a decir? Di "Soy puto" tres veces y te dejamos ir
Entre gritos Edgar dijo - ¡Eres puto!
Román dejó ir el pezón y pasó sus dos manos al calzón y lo levantó con toda su fuerza. Se oía como tronaban las fibras y él sí llegó a tener el resorte pegado al pecho de tanto estirarlo. Mi lado del calzon chino seguía más abajo que el de él, pero cuendo hizo eso, yo ya no estaba cargando nada del peso, ya todo era él.
Edgar ahora estaba suspendido en el aire, con un hilito de sus calzones metido muy profundo entre las nalgas, con uno de sus pezones rojo e irritado, y por si fuera poco, seguro tenía quemaduras en el interior de la nalga por la fricción de que de la nada Román le entró en serio y muy rápido.
- ¡Ah! ¡Aahh! ¡Soy puto! ¡ya! ¡Déjenme!
- ¡Dilo tres veces!
- ¡Soy puto, soy puto, soy puto!
Y lo soltó. Edgar cayó al piso y yo apenas solté mi lado del calzón. Se levantó sin decir nada y se empezó a arreglar el calzon amontonado que traía saliéndole del pantalón.
En ese momento, para acabar, Román le dio una nalgada muy fuerte en la derecha, hacéndolo gritar por la sorpresa.
Salió del cuarto arreglándose la ropa interior y sobándose el culo.
Nos volvimos a sentar en el sillón y Román me dijo
- Güey, no le has hecho calzon chino a nadie, ¿verdad?
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Se nota, ni lo pudiste levantar tú solito.
- Pues está pesado...
- No mames, es porque estás todo escuálido.
- Ya cabrón, fue un buen clazon chino, no andes mamando
- ¡Estuvo pésimo! Si y no hubiera estado, seguro ni le sacas rayita de canela
- Traía calzon azul, no se nota la rayita de canela en esos
- Se nota si lo haces bien - Dijo pegándome en el hombro
Nos quedamos viendo la tele unos minutos y derrepente corto el silencio
- Te voy a enseñar algo - se paró y cerró la puerta de su cuarto - Acuéstate boca abajo
- No mames, no
- Si me haces caso, acabamos más rápido
- No
- Berni, ponte en el piso
- ¡No!
- Berni... - Se acercó a mí muy lento y me agarró de la camisa - Ponte. En. El. Piso.
Me sumitió hasta que terminé en el piso con la cabeza abajo de sus nalgas (bastante grandes y pesadas), no me podía parar pero lo vi como un chiste, y por eso me estaba riéndo todo el tiempo.
Román puso sus manos por arriba de la cintura de mis pants y comenzó a meter sus dedos en mi pantalón, agarrando mi resorte.
- Mira, muchos agarrarían por aquí, pero de aquí se rompe rapidísimo
Su mano se abrió y cerró, agarrando de la tela abajo del resorte, y esa la jaloun poco, para tenerla amontonada en su puño, metiendo un poco de mi calzón a mi raja y dejando sin calzón a la parte baja de mis nalgas.
- Pero si agarras de más abajito tiene más resistencia - Continuó tomando de mis calzones - Mientras más agarres, más va a durar
- Ya entendí, ya basta... - Dije hartado
- ¿De dónde güey? Todavía no te enseño nada.
Me siguió amontonando el calzón hasta que sentí las yemas de sus dedos contra mis nalgas desnudas. Ahora todo mi calzón estaba una parte en la mano de Román y la otra entre mis nalgas, todavía no había empezado a jalar, pero me daba pánico que fuera a comenzar pronto.
En eso, Román se dejó de reir e hizo silencio
- No mames que traes...
Y en ese momento me acordé. En la mañana me había puesto una trusa gris, asumiendo que él no me iba a hacer nada. Pero Román y Emiliano siempre se habían burlado de las trusas, simpre usaron boxer y les enorgullecía. Yo nunca usé boxer porque siempre se me pegaba a lo huevos y era más comodo traer trusa o boxer apretado. Ni siquiera tenían la palabra "trusa", le decían "calzón de la vergüenza", y usaban eso para burlarse de los que lo usaban.
Esperaba que Román ya se hubiera olvidado de eso...
- ¡Traes calzón de la vergüenza! - Se estaba muriendo de risa desde arriba de mí - ¡No mames! ¿Cuántos años tienes? ¡Ya ni mis hermanos!
- Pero Edgar traía trusa
- No mames, no era, era un boxer. Ya saben que no se los dejo usar o que si usan les duele más
- Ya güey, no es para tanto, ya quítate de encima - Me traté de parar usando mis brazos, pero de repente sentí mucho dolor en la raja del culo
- ¡Tanga! - Gritó alegre Román
- ¡Ah! ¡Puta madre!
Me levantó un poco del piso, tenía las caderas levantadas abajo de su peso, dolía la espalda, mi raja quemaba y mis huevos se me aplastaban.
- ¿Quieres otra?
- Ya, por favor... me duele
- Entonces sí quieres otra
Me volvió a jalar del pedazo de tela al que se había transformado mi trusa, era tan grueso que me separaba el trasero y me quemaba como una cuerda. Grité y me retorcí, pero pesaba demasiado que estuviera en mi cabeza y no me podía salir.
- ¿Cómo ves? ¿Una más?
- No, no, ya no más, güey, por favor
No me había soltado la "tanga" todavía y pero no la estba estirando más, sólo la estaba dejando en donde estaba. Mis pants cubrían mi culo, pero ya se notaba el contorno de mis nalgas a través de la tela, me empezé a preocupar mucho de que me fuera a doler más y empezé a sudar mucho, y eso mismo me hizo preocuparme porque me sudaran las nalgas y se empezara a transparentar el pants.
- Di que eres puto
- Soy puto
Román se desilusionó de que me rindiera tan rápido, y como castigo, me dio una nalgada muy fuerte, me dejó marcada la mano a través del pantalón. Me quejé en voz alta.
- ¡Ay, carajo! ¿Qué más quieres?
Román no se paraba de reír
- Güey, ¿que pedo? La nalga te rebota como pinche gelatina - Me dio otra nalgada, todavía deteniendo mi "tanga" en su lugar.
En el tiempo que no nos habíamos visto, yo había subido de peso y lo había perdido, resultando en que la rasa se fue a mi trasero, en la escuela todo el tiempo me hacíah comentarios al respecto
Me dio unas siete nalgadas muy duras y ya le estaba suplicando me dejara pararme, él quería seguir pero gritando lo interrumpí.
- ¿Quieres que pare?
- ...Sí, por favor
Se le iluminó la cara con felicidad y crueldad
- Pídeme que te lo rompa
- ¡¿Qué?!
- Pídeme que te rompa el calzón de la vergüenza.
- Cabrón...
- Si me pides esto, ya acabamos
- ¿Pero sí me lo vas a romper?
- A huevo, pero es eso o le sigo a la nalgueada, ¿Cuál prefieres?
- No, ninguna.
Sin decir nada sentí de nuevo golpes constantes en mis glúteos, quería llorar del dolor y mi culo se sentía como si le estuvieran poniendo un encendedor encima, ardía como nunca. Pero no me dejé llevar, me quedé calladito.
- ¿No? ¿Nada? ¿Ni siquiera con esto me lo vas a pedir? - Román estaba muy decepcionado - A ver si así se te quita - Con sus manos bajó mis pants hasta la parte trasera de mis rodillas.
- ¡No! ¡Espera! - me traté de cubrir las nalgas con las manos, pero me pisó os brazos más fuerte y no me dejó. El aire frío contra mi culo ardiendo dolía muchísimo, y ahora lo empezé a sentir dándome golpecitos en los muslos para que rebotara mi trasero.
- ¿Qué? Ya sabes como parar esto... Si no este culito lampiño se va a quedar sin piel, ¿No hay nada que me quieras pedir?
- Ya me arde todo el culo guey, no creo aguantarlo
- Pues as así quieres... - Me dio una bofeteda en la nalga derecha, dolió más que todas las anteriores, ya estaba muy irritada la piel y sin el pants ahí mucho peor - ¿En serio crees que vale la pena? escucha a tus pobrecitas nalguitas - Román entonces me pellizcó un lunar que tengo en a nalga izquierda, yo estaba en agonía y me retorcía lo más que podía pero no servía de nada
- ¡Está bien! ¡Está bien! ¡Ya!
- Te oigo...
- Rómpeme el calzón - lo dije sin energía y muy frustrado
- Pídemelo bonito
- ¿Neta? - Me dio una nalgada y grité - Bueno... Por favor, rómpeme el calzón
- Con todo gusto, a ver: paradito - Me dio un jalón de la trusa hasta que estuve de pie frente a frente con él, como en un abrazo, pero él me estaba sosteniendo el calzon desde los hoyos de las piernas - Tus brazos arriba de mis hombros - Le hize caso y con las manos arriba ya n podía interferir en nada de lo que me hiciera.
Me levantó un poco del piso, para que no estuviera de puntitas en el piso, mis rodillas también no las podía mover porque los pants estaban detenidos ahí y me las estaban apretando.
- Pero primero, mira por allá
Volteé mi cabeza y me vi en el espejo de su baño, mi culo parecía dos tomates muy maduros, tenía ambas nalgas rosita carmesí y brillando del sudor. Había una clara huella de la mano de mi amigo, pero como una mano puesta encima de otra y otra y otra hasta que me cubría todo el culo
- ¿Qué tal? ¿A poco no se ven bien chulas?
- Parece que se quemaron en el horno.
Román bajó su mano rápidamente de mi trusa y me apretó una nalga, agitándola entre sus palmas
- ¡Ah, chingá! Sí te las dejé bien cociditas, no mames se me va a quemar la mano. ¿seguro que no prefieres que le siga a tu calentadita y dejamos la tanga para después?
- Por favor, güey... Neta ya me duele un chingo.
- ¡Pero mira el color! Te estoy dando un bronceado chingoncísimo... - Su sonrisa se desbordaba de sus cachetes - Así, un buen culito playero, pa' que te las volteen a ver - Bajó ambas manos y me estrujó una nalga contra la otra, como si estuviera tratando de cerrar mi raja, era como revivir todas las nalgadas anteriores. Como vio que estaba mordiéndome el labio para no hacer ruido, empezó a chingar con palabras - ¡Que puto asco! ¡Están todas sudadas! ¡Pinche marrano, te estás derritiendo! ¿Qué no te bañas? Al menos ponte desodorante atrás del calzón, puerca.
No le respondí nada, estaba muy adolorido y sabía que si me quejaba más le iba a seguir. Además, con mis manos arriba de mi cabeza no me podía tratar de escapar, Román me tenía bien agarrado de casi todos lados y se daría cuenta desde antes. No quería averiguar que me hacía si lo enojaba.
Después de que comenzara mi falta de respuestas, él se aburrió de estar agitando mi culo, regresó a tomamrme los calzones con una mano en cada agujero para la pierna y los agarró a los dos con firmeza.
- Bueno, a lo que vinimos, - Se acercó a mi oreja y me susurró - ¿Tú qué crees? ¿Sí te voy a dejar el calzón flameado una vez que se rompa?
- No sé, ya termina...
"Dejar el calzón flameado" significaba lo que más le satisfacía a Román de dar un buen calzón chino, lo que otros llamarían dejarle la rayita de canela.
Inclusocon todo esto, no estaba enojado con él, me estaba tratando como a uno de sus hermanitos. Claro que no me gustaba que me hiciera estas cosas pero no lo estaba haciendo con odio, sólo se estaba burlando de mí... Sin piedad, por supuesto.
Román jaló hacia arriba con sus brazos, facilmente levantándome del piso. Yo estoy gritando y tratando de bajar mis manos de arriba de mi cabeza, sólo para tomar el hilo que se ha vuelto mi trusa y jalarlo para el otro lado, sólo para liberar la tensión.
De la parte de arriba de la raya de mi culo parece que hay un triángulo de cabeza gris muy tenso que tiene una punta que desaparece antes de pasar mi cintura.
Román todo este tiempo no me está viendo a mí, está viendo e reflejo de nosotros en el espejo del baño, en el reflejo se ve como aprieto las nalgas cuando estoy en el aire, y además puede ver su propia cara en comparación a cómo me trae a mí, es una mamada de superioridad y yo lo sé.
En todo este tiempo se la pasó burlándose de que estoy nalgón y de que además las tengo sin pelo, mientras más tiempo pasaba en el aire, empezó a burlarse de que mi raja se estaba poniendo rojita.
Aunque nadie más me está viendo es muy humillante que me carguen del piso, pero se puso peor.
- Bien, bien - Pasó sus manos de lo que antes eran los agujeros de las piernas, y las puso en al área entre ellos, en lo que es sólo un pedazo de tela ya no conectado a mi cintura, es sólo un trapo que pasa desde mis huevos, entre mi raja hasta por arriba de la cintura, ahora sólo está agarrando el más claro hilo que me sostiene en el aire. Ahora, realmente tengo una tanga - Ahora ya empezamos con lo bueno.
De ese hilito no sólo me sostuvo en el aire, me empezó a subir y bajar en el aire, como haciendo con sus manos el movimiento de destapar un excusado, pero en vez de ser un destapador es mi calzón estirado hasta ser una cuerdita.
estoy yendo arribe y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, y él se está cagando de la risa. Para bajar el dolor, aventé todo mi peso en él, pegué mi pecho con su peso y me dejé caer, pensé que se lo haría más dificil, pero me equivoqué.
Como ya estaba muy pesado mi cuerpo completo, ahora sólo estaba levantandome desde mis pies hasta mi cintura, mientras que mi torso y cabeza se quedaban basicamente en el mismo lugar. De la forma anterior, con cada rebote me estaba metiendo una y otra vez el calzón al culo, pero de esta manera, sólo estaba dándome fricción entre las nalgas, raspándome la piel ya irritada por las nalgadas.
Esto siguió sin para sin importar cuanto le pedí que me bajara. Siempre me respondía lo mismo
- Primero te voy a cumplir tu primer deseo y ya luego te bajo.
Mi primer deseo siendo que me rompiera el calzón.
Estaba harto y en agonía, me armé de valor y le soplé en la oreja para deconcentrarlo y le jalé una patilla muy duro.
Funcionó, hizo la cabeza hacia un lado y perdió el balance. Puse mis pies en el suelo otra vez y me preparé para salir corriendo, lo empujé y fui hacia la puerta. Pero hubo dos factores que me lo impidieron:
Uno fue que mis pants seguían alrededor de mis rodillas y or eso, cuando lo empujé, yo perdí el equilibrio y me iba a tropezar hasta caer al piso.
El otro fue que Román no me soltó la tanga.
Él me veía con cara de travieso.
- Este pendejo... Ya valiste verga.
Puso su antebrazo izquierdo abajo de mi trasero, su mano derecha todavía en el calzón, y con el antebrazo me levantó cargándome hasta que mi pelvis estaba en su pecho, y en segundo, paso su mano izquierda también a los calzones.
Ahora estaba suspendido más arriba que antes, pero cuando comezó a rebotarme esta vez, lo hizo muchísimo más rápido, como si fuera una lija.
- Esto te pasa por usar calzón de la vergüenza - Dijo esto entre risas, pero yo no paraba de quejarme
Todo este tiempo yo estaba pensando "Ya va a tronar mi calzón, no puede faltar mucho" pero no parecía querer romperse este calzón y juro que podía oir como se estiraba mi trusa y hacía fricción con mi piel.
Román, después de unos segundos, se cansó de moverse tanto y me bajó a tocar el piso.
Fue entonces que oimos la voz desde afuera de su cuarto que decía que la comida ya estaba lista. Dijimos que ya ahorita bajábamos, nos vimos un par de segundos y nos empezamos a reir.
- Eres un hijo de la chingada - Le dije
- Es cosa de tu tanguita que no se rompía
- No mames, mira cómo me dejaste
Me vi al espejo de espaldas y me vi con la piel tan blanca como siemre hasta llegar a mi cadera, porque ahí comenzaba a estar todo en varios niveles de rojo, tenía el culo inchado, y aunque ya me había soltado, mis trusa seguía metida en mi trasero.
Finalmente me subí los pants y comenzé a arreglarme los calzones, pero sentí su mano detenerme entirar desde el resorte mi trusa. No me dolió porque ya estaba muy estirada, pero me aturdió la voz gritona de Román.
- ¿Ves cabrón? - estaba riéndose sin parar mientras yo trataba de hacer que soltara mi calzon y lo dejara de mostrar como si fuere de él - ¡Te lo dije que sí se notaba si lo hacías bien! No importa el color, te lo dije.
Cuando logré ver a qué se refrería noté que había una clara línea café en la parte trasera. Aunque la prenda era oscura, de todas maneras se notaba.
De tanto andar frotando la pobre trusita contra mi culo, por supuesto que terminó sucia, pero no me gustaba que se burlara tanto de mí.
Lo dejamos ir y me fui acomodando el interior del pantalón mientras bajamos por las escaleras.
Cuando ya estabamos a unos pasos de la mesa, tuve miedo de sentarme después de esa tortura, me daba miedo que el resto de su familia se diera cuenta de que me dolían las nalgas. Me preparé para soportar el dolor, y de repente, sentí a Román detrás de mí
- Una última y nos vamos - Me dijo al oido al momento que metía sus manos enteras a mi pants y tomaba rápidamente el calzón, le dio una rápida jalada hacia arriba.
Y la trusa se partió a la mitad.
No tuve tienpo de procesar el dolor, ni él esperaba que se fuera a romper de la nada. Nos quedamos pasmados al oir el último tronido, y yo al sentirlo. Ninguno de los dos quería que se dieran cuenta de la tortura que me hizo arriba.
Sin pensar, Román metió la mitad de mi trusa que se quedó en sus manos, la metió rápidamente de regreso a mi pantalón (sentí sus nudillos contra mis nalgas rojas y me dieron escalofríos), me dio dos palmaditas en el culo y me dijo
- Bueno, vamos a comer.
Y se sentó como si nada.
Durante toda esa comida tuve pedazos de tela estirada y sudada nadándome entre los muslos y los glúteos literalmente latiendo de estar tan irritados y con Román constantemente picándome una nalga por debajo de la mesa para ver como reaccionaba, o más bien, como trataba de no reaccionar.
Por el resto de esa visita no tuve calzones y por eso mi culo se acentuó más y se la pasó agitándose detrás de mí. Román se limitó a un par de nalgadas de vez en cuando y nunca me volví a poner trusa al estar cerca de él.