En la carrera fui pensando en dedicarme fuera de a ser contador a mejor pasarme dar clases uno que otra vez, mucha gente de eso vive y les va bien. Pero me tocó ver de cerca la carga que tenía Benny y se me fueron las ganas. Nada más daba a secundaria pero verdaderamente nunca tenía tiempo libre. Digo, tenía tiempo libre pero porque él era un chingón en manejar sus tiempos. Siempre estaba entre revisar trabajo, agregándole al pln, preparando algo de una junta, siempre había algo y la presión nunca le llegaba. No sé cómo le hacíapara no volverse loco. La única vez que le pregunté me dijo algo que me hizo enamorarme tantito más "la verdad es que me divierte y los chamacos me lo van a agradecer luego". Me moría yo de envidia de verlo tan calmado y feliz con su trabajo. Pero claro que no me podía enojar con él.
Con la excusa de tener mucha tarea, ya habia averiguado como no regresar a mi casa en los fines de semana, y ya podía moverme a dónde vivía él sin que me tuvieran que prestar carro. Me había hecho un experto en autobuses, camionetas, precios de taxi y cómo empacar ropa para dos días en una mochila pequeña. Cuando llegaba en la noche, tomábamos un poco, oíamos música, hablábamos, entre todo nos podíamos pasar media hora besándonos hasta que se nos cansaban las piernas y cambiábamos de posición. Lo probé rasurado y con barbita y en ambos tenía labios como de algodón de azúcar, me encantaba como le sabía la boca.
No me cansaba de él, incluso cuando era así de inconveniente que nos vieramos. Él a cada rato sugería que podía ir a dónde yo me estaba quedando pero nuncalo dejé, no íbamos a caber en mi cuartito y siempre iba a tener que apurarse luego con trabajo.
Esa vez, estábamos en su sillón, la música bajita para no distraer pero suficiente para que no nos preocupáramos por hacer ruido. Me tenía puesto contrá él haciendo que curveara la espalda. Subió una de sus manos y me subió la camisa. Me pasó la yema del pulgar sobre uno de mis pezones, dándole de círculos alrededor de la parte dura. Me dio pena lo rápido que me puse a gemir, le salía una sonrisota cuando me lograba sacar un ruido. Me sacaba hormigueos por todas partes y me empezaba a poner bien caliente por todas partes. Solo con esa mano, con un dedo me estaba haciendo derretirme. Cada que hacia un ruido sólo me besaba más fuerte, como tragándose mis gemidos, interrumpiendome a su gusto.
- Ya, no... No hagas eso - le logré decir, débil.
- ¿Me detengo? - Me decía, susurrando e lo que le subía a la velocidad de cómo me frotaba - ¿Quieres que pare?
No se detenía, sabía que me estaba gustando y no se aburría de jugar con lo paraditos que estaban. El calor de su mano hizo que me diera mucho frío en el otro, los dos me los estaba dejando sensibles. Cada que trataba de hablar me interrumpía con un beso y se reía. Benny traía una camisa de vestir de botones, color salmón y unos pantalones negros de tela muy apretada, se había soltado la corbata y la tenía suelta sobre el pecho. Al maldito casi se le truena la camisa de lo grandes que estaban sus pectorales, ¿de dónde carajos sacaba tiempo para hacer ejercicio?
- Se te están parando más - se burlaba - ¿Seguro que no te está gustando?
Empezó a usar pulgar e índice, dando pelliscos muy muy suaves, más como acariciándome y frotándolos hacia afuera, me parecia que les estaba sacando punta. No dolía pero apenas y podía pensar. No le pue responder y le dije lo que quería oír.
Me acomodó para estar más erguido. Me puso una de sus manotas en el cuello para hacerme subir la cara y detenerme ahí en lo que él bajaba a plantarme un beso ahí en mi pezón. Sus putos labios. Esos malditos labios llenos y perfectos. Tenía la misma tecnica que en mi boca, saboreándome, pasandose lento de un lado a otro. Yo estaba muy muy tenso, y la mano en el cuello no me dejaba defenderme. Se sentía tan rico que hasta pensé que me dolía. Sus dedos en mi cuello me masajeaban igual, cuidándome. En lo que me chupaba el pecho me tenía inmovilizado. Su otra mano solo me estaba levantando la camisa. Me miró desde abajo en lo que me pasaba la lengua entera por ese lado, en un punto usó un poco los dientes pero sin morder, solo para sentir cómo me ponía más y más sensible.
Soltó mi camisa y metió la mano libre en un vaso que había en la mesita frente al sillón. Me había preparado un cóctel, un destornillador, y por todo hacia mucho que no me lo tomaba, tenía hielos y sólo se estaban derritiendo. Metió la mano a mi trago y se puso un hielo en la boca, saboreándolo un poco, viéndome a los ojos, pícaro y luego bajó otra vez a mi pobrecito pezón. Estaba tan duro que hasta la ropa me rozaba.
Con el hielo en la boca casi me hace ladrar, entre su calor en los labios y el agua helada que le caía a veces yo pensaba que me iba a morir. No podía respirar porque no quería gemir a todo pulmón. De vez en cuando, mientras me besaba por ahi me tocaba la punta del hielo. Se me escapó uno y la mano que estaba en mi cuello se pasó a mi boca. No me la tapó, peeo metió su pulgar dentro de mis labios, como para que no se moviera mi lengua.
- Shhh, te van a oír hasta en la calle, Berni... ¿Me detengo? Dime qe me detenga y lo hago, te escucho.
Él bien sabía que no podía hablar, ni le iba a decir que se detuviera. Se sentía tan intenso que jugara así conmigo, pero no lo quería parar.
Me siguió dando ese beso helado en el pezón hasta que se le derritió todo. Luego chupó para succionar todo el charco de agua fría que me había dejado. Cuando chupaba así yo pensaba que me los iba a arrancar, era como si me estuvieran dando toques desde ese pezón, lo sentía en todo el cuerpo y me excitaba cada vez más. Me soltó del cuello y me fui de espaldas, me sentía débil de todas partes. Me empezó a fritar el otro pezón muy muy fuerte y rápido, se sentía como que le quisiera prender fuego, era muchísimo calor y cuando lo trataba de detener con mis manos yo mismo me detenía y me agarraba fuerte al sillón. Me vio de cerca. Traté de esconder la cara pero se ve que justo por eso me quería ver así, ver cómo reaccionaba.
- ¿Frio o caliente? ¿Cuál prefieres? - me dijo, susurrándome al oído.
Metió la mano a mi tragp otra vez, tomó otro hielo y me lo metió lento en la boca, dejando que se resbalara adentro. Sentí todos sus dedos acomodando ahí el cubo para que cupiera bien. Luego se lamió los dedos frente a mí. Me empecé a sentir mareado de toda la sensación, pero era un mareo de los buenos, como si todo diera vueltas pero no me dieran nauseas. Tenía los ojos cerrados con el hielo en la boca cuando sentí un lanzallamas contra el pezón que me estaba frotando. Abrí los ojos de golpe y vi que sólo me estaba respirando contra ese, exhalando para calentarlo más. El otro, el que quedó mojado de hielo se sentía más y más frío y el otro ardiendo de caliente. Los gemidos me salían ahogados por el hielo en la boca, no podía ni cerrar bien la boca.
Le puse las manos en la espalda para sentirle todos esos músculos en lo que se movía sobre mí. Ya no me ganaba en altura como cuando lo conocí al inicio, pero me sentía diminuto en sus manos. Me enrroló la camisa para poderme detener las muñecas con sus manos y juguetear con el resorte de mis calzones por el lado. Yo sudaba y sudaba del calor y las sensaciones y el hielp me daba agua bien fria y deliciosa que tomar mientras.
Volví a sentir una de sus manos contra mi boca y abrí. Sacó el hielo, y me jaló para que le pudiera dar un beso, sin estar ya boca abajo. Sentí su lengua pasándome por toda la boca, como si me estuviera tratando de masajear por dentro. Entre el beso le logré decir.
- ¡Frío está mejor! - los dos me estaban volviendo loco pero los escalofríos que me dio el hielo me gustaron más que ese calor que me tenía sudando.
Me trajo más contra su cuerpo, poniendome una mano en la espalda baja para sostenerme. Lo sentí usar un dedo para seararme el resorte del calzon del cuerpo, como para que se me viera la rayita. Puso el hielo justo ahí, haciendo que me subiera el frio por al columna.
- ¡Benny!
No me respondió, me siguió besando sin dejarme quitar el hielo de ahí. Se fue derritiendo y bajó, toda esa agua fría bajaba lento por mi cuerpo, pasando entre mis nalgas. Con todo el calor que ya traía era más complicado de soportar, pero me tenía ocupado con la boca, feliz de la vida de cuando apretaba el beso por el sentimiento del hielo. Me pasó la mano todavía fría por mi nuca, atrás de mi cuello. La temperatura me tenía paralizado. Toda ese beso además me sabía a naranja y vodka.
Me fui acostumbrando al frío en mis nalgas cuando Benny me empezó a dar de agarrones. Odiaba que usara pantalonea de mezclilla, siempre me los desabrchaba y metía las manos para agarrarme por encima de la ropa interior. Ya tenía los calzones mojados y todo el trasero frío y vulnerable, cuando me pasaba las manos venía un calorcito fantástico. Me las apretaba, a veces solo las sostenía o me las sobaba. Me sentía como plastilina en sus brazos, y bien que lo sabía. Me quería moldear, ponerme como prefería, tocarme por todas partes.
Le encantaba masturbarme mientras me veía a los ojos. Ya cuando veía que estaba cerca se detenía y me empezaba a dar besos como mordidas en el cuello. Yo claro que lo tocaba a él, todas sus texturas eran de lo mejor que había, me podía pasar horas pensando en cómo se sentía.
Nos dejábamos de hablar luego de un tiempo, me agarraba como quería y sin hablarle yo le indicaba hasta donde y por donde. Siempre llegba un punto en el que se tomaba el trago que no me habia alcanzado a mí y me cargaba hasta su cuarto. Me caía encima riéndose y luego me acomodaba para lo que seguía. En lo que se ponía el condón jugueteaba con mi verga en lo que me desnudaba.
Funcionábamos muy bien, la verdad. Me costaba mucho trabajo las primeras veces pero tuvo paciencia, se la pasaba mucho mejor en lo que venía antes del sexo a cuando lo hacíamos, para ese punto estabamos tan emocionados que solo lo hacíamos lo más rápido posible, no nos podíamos contener. Luego yo le dejaba mordidas en donde lo alcanzara y luego de unas dos o tres veces, ya estabamos agotados. Me traía una toalla y me dejaba bañarme primero.
Más de una vez entraba a verme y luego se bañaba conmigo. Pero ya ahí nada más me entraba un sentimiento como de pillamada de estar compartiendo regadera, ya no era nada de lo sexual. Era ahí que me acordaba que además era un muy buen amigo.
Yo sabía además que cuando yo no estaba se veía con alguna de sus chicas. Francamente nunca me molestó, tampoco era como que yo estuviera tratando de que nos vieran de novios o presentarlo como mi pareja. Las cosas no estaban para eso. Creo que no me dio celos porque sabía que yo no le podía dar lo que ellas y ellas no le podían dar lo que yo. Por lo que entendía ellas también estaban buscando algo sin lazos, me habria sentido mal de ser "el otro" en una de esas relaciones. Muy libertino mi Benny. Me preguntaba si me molestaba muchas veces, que se podría detener, pero con lo rápido que cambiara de una a otra y lo honesto que era al respecto, hasta me sentía lindo de ser el único hombre con el que se veía.
Además, pasábamos fines de semana enteros juntos, y por lo que tenía entendido no era el caso con ellas.
Siempre se despertaba temprano. Me dejaba dormir un poco más. Esa vez me levanté con su corbata amarrada alrededor de una de mis muñecas. Me lo dejó de recuerdo.
Se quedaban las sábanas destendidas de cuando se levantó y nuestra ropa tirada por todas partes. Me puse una de sus camisetas, una que le quedaba grande a él y a mí casi me llegaba a las piernas. Me puse un boxer de esos sueltos que me traje. Él estaba en la sala, calificando cosas en la mesa, nada mas traía calzones. Se había puesto sus lentes, ahí me lo creía de maestro y me daban ganas de besarlo hasta que se muriera. Llegué por detrás y le abracé el cuello, viendo lo que hacía.
Traía una trusa blanca uno de esos calzones clásicos pero con el Calvin Klein en el resorte. Se le veían bien apretados, como que se los hubieran pintado encima. Tenía todo el cuerpo muy peludo, y mientras lo abrazaba no me contuve y bajé las manos a sus muslos, masajeándole la carnita con mis dedos.
- ¿Qué revisa, profe?
- Unos parciales. Me pusieron un grupo nuevo y ni cómo enseñarles.
- ¿Así de mal?
- Hay algunos inteligentes pero hay un cabecilla que manda todo a la chingada, no los deja hablar y copia a cada rato, ya ni les quiero dejar tarea porque ya sé que se la van a pasar.
- Verga... ¿Y no lo has regañado?
- Claro. Ya hasta lo mandé suspender una vez pero sirve de bien poco.
Le seguí acariciando ahí, oliéndole el cuello y dándole un par de besos en la nuca. Mis manos se pasaron a mas arriba en sus muslos, metí los dedos en el resorte de enfrente de sus piernas, jalé un poco para que chocara con su piel.
- Deja ahí, ¿qué no ves que estoy trabajando?
- Es que ni dices buenos días.
- Buenos días, guapo - Me dijo, riéndose y dándome un beso en el cachete.
- Todavía me arde el pecho...
- Jajaja, ¿todavía? ¿Tus pezoncitos? ¿Te pongo un hielo a ver si mejoran? - se burló, le di una mordida en el cuello, lo suficientemente fuerte para que se quejara con un tssss y se desconcentrara - No me distraigas, urgido.
- Ándale, sólo puedo venir a veces - e dije - Te extraño, Benny.
- ¿Cómo? No me voy a ninguna parte.
- Ya sé, pero apenas y te veo.
- Flaco, puedo ir a visitarte para que sea más seguido.
- No, no, no es eso. Nada más te quiero aprovechar mientras te tengo.
Me dio un beso bien duro en los labios, se me olvidó que estaba pensando de la pura sensación. Me puso una mano detrás del cuello y para cuando nos separamos me veía con esa sonrisa contagiosa.
- Ahorita te hago algo de desayunar, pero necesito acabar esto.
- No tengo hambre...
- Jajaja, qué bien jodes, ¿esa camisa es mía?
- Creo, estaba ahí tirada.
- ¿Te la vas a robar?
- No sé, lo estoy pensando.
- Ni te queda.
Bajé las manos al resorte de su calzoncillo, lo empecé a estirar entre mis dedos, jugando levemente con la tela blanca, dejando que se me cruzaran los dedos sintiendo la textura. Lo empecé a jalar hacia arriba y soltó su pluma, se sentó bien y me habló con un tono jovial de amenaza.
- Hoy andas de malcriado, ¿eh?
- Como tu alumno ese...
- No, a él no le puedo hacer nada - Me tomó de la muñeca y se levantó lento - A ti sí.
Me traté de soltar mientras me reía, pero ya le habían cambiado los ojos a Benny, ya sólo me estaba prestando atención a mí. Se agachó de golpe poniendo su hombro en mi estómago y clavándolo ahí para levantarme. Me estaba cargando por encima de uno de sus brazos como si yo no pesara nada. Yo tenía una excelente vista de su trasero, como si estuviera viendo esa trusa con microscopio.
- ¿Qué vamos a hacer contigo?
- Jajaja, bájame.
- Ah, sí, ahora todo inocente! Pero bien que no me dejabas en paz. A niños así hay que castigarlos como se debe.
Con las dos manos agarré su trusa y la jalé hacia arriba (yo estaba de cabeza entonces fue para abajo para mí), de inmedato me vinieron a saludar sus nalgas. Tenía un culo precioso y a veces se dejaba jugar con él, pero no siempre. Le hice su calzón chino rápido y no dejé de jalar. Subió un poco un pie de la sorpresa y casi me caigo, pero me sostuvo bien, tomándome de un tobillo y poniendo la otra mano en mi culo, dándole palmaditas.
- Te la estás ganando, Berni...
Le respondí con un jalón más que le sacó un par de tronidos al algodón de sus calzones. Bajó una mano para sacarse la tela de la raya pero no lo dejé, seguí jalando y fue como un estire y afloje que duró unos segundos. Por como me tenía agarrado, si me trataba de bajar solo iba a empeorar la presión y yo estaba encantado de seguir ahí, aferrándome con todas mis fuerzas.
Fue ahí que sentí un aire frío en las nachas. Me había bajado la ropa interior hasta los muslos y tenía el culo al aire. Entonces sentí un golpe certero que me empezó a arder hasta unos segundos después.
- Suelta - Me dijo, confiado.
- Bájame primero - le dije, enrrollando más de su trusa en mis manos. Se veia que era cara, entonces no debía quererla rota. Sin esperarse, me llegó otra nalgada.
- Esa hasta a mí me dolió... ¿Ya vas a soltar, chistosito?
- No.
Metí las manos en los agujeros, jalando de lo que era tanguita y viendo de cerca como ese culo se tragaba toda esa tela. Le quería arruinar esa trusa. El podía ser todo profesional pero yo podía dejarle incrustrada una tanguita vergonzosa, tenerlo caminando raro verlo acomodarse esos chones. Ver a ese tipo grande y siempre intimidante con un calzoncillo infantil me sacó mi lado más molestón, más bully. Jalé como loco, como si quisiera romper una cuerda o si tocara una campana, de premio por cada jalón se agitaba ese trasero y me daba más fuerzas.
- Te puedo tirar de cabeza si prefieres. Ahí ves quién te atrapa.
- ¡Hasta que se rompa! - Dije, feliz.
- Yo tengo más pinches calzones, tú nada más tienes un culo. Me avisas cuando vayas a soltar.
Con la mano abierta y flojita para que fuera como un látigo, me cayeron muchísimas nalgadas sin piedad ni pausa. Pensé que tenía más manos para lo rápido y fuerte quelo hacía con una sola, una mano me detenía y la otra me cubría las nalgas de manotazos.
Cada segundo costaba más trabajo agarrarse, podía sentir ese ardor infernar tostándome el trasero y mis manos querían subir a cubrirme. Aguanté creo que unos diez segundos porque del dolor me empecé a tensar y patalear y caso hago que nos caigamos los dos. Con el vértigo me solté y subí el cuerpo hasta estar vertical y ya no doblado a la mitad por su hombro. Se quedó metida su trusa pero casi siempre así la traía, medio metida a cada rato.
- Bueno, te dejo y desayunamos.
- Jajaja, no sé... - Me pasó una de sus manotas por mi nalga, sintiendo el calor que había subido en ellas - Ya no tengo hambre. ¿Aprendiste tu lección?
- ¡Sí!
- ¿Cuál fue?
- No te molesto cuando trabajes.
- ¿Y?
- Nada más, te dejo en paz.
- No, no aprendiste bien. Deja te lo aclaro.
Me bajó pero solo para estar con las puntas en el piso, para cuando bajé de su hombro me tenia agarrado por los costados de mi calzón, no dolía tanto pero apretaba un chingo y no me dejaba cómodo. Se sentó en un sillón de esos individuales, como una silla amplia con colchones en cada parte, al lado de su sillón largo que siempre usábamos. Era la silla que usaba para ver la tele de vez en cuando. Me soltó del resorte y tomó asiento, se acomodó la trusa, se arregló el pelo y se dio dos toquecitos en los muslos.
- Boca abajo - Me ordenó.
Yo me estaba acomodando mis boxers sueltos, como si fueran shorts de niño, se sentían muy livianos y delgados, me sentía muy desnudo. Benny tenía un aire diferente a antes, nunca lo había visto así. No lo podía desobedecer. Fuera chiste o no, esos ojos no me dejaban opción. No estaba enojado, no tenía aire de soldado, seguía siendo amable y carismástico pero la mejor opción era ponerme en sus piernas. Me traté de reír, pero ya no pude, sentí las rodillas débiles y como con un puchero me puse en su regazo.
Me acomodó para que quedara bien, mi estómago contra sus muslos bien llenos. Me jaloneaba de un lado a otro para que cupiera bien, era hasta cómoda la posición. Subió un poco la rodilla para que tuviera el trasero bien al aire. A pesar de que cogíamos y ya nos habíamos dicho de todo, esa posición se sintió mucho más íntima que antes. Lo sentí como una autoridad, me daban escalofríos cada que me ponía una mano encima, como si tuviera la piel hecha de terciopelo caliente. Me movió el trasero, apretando mis nalgas como para moldearlas. Me tomó del cachete para que lo pegara al sillón y lo pudiera ver con la cabeza de costado.
- ¿Abajo o arriba?
No sabía qué decir, seguía teniendo una sonrisa pero como que se me derretía, me sentí en problemas pero de alguna manera me encantaba.
- ¿No vas a elegir? Entonces es arriba.
Me tomó de los boxers, la costura de la rayita derepente entró a darme un raspón hasta el fondo. Jaló una y otra vez hasta el boxer estaba tan metido que se habia vuelto invisible. Estaba expuesto otra vez pero hora era más doloroso, tenia que hacer curva la espalda por la presión.
- Te voy a dar diez nalgadas, nada más - Me susurró, sosteniendo mis calzones con una sola mano - Lo único que vas a hacer es contarlas. Vas a decir el número cada que te de una, ¿me oyes?
- Sí...
- ¿Te vas a portar bien?
- Ajá...
Lo peor era la anticipación y bien que lo sabía. Subía la mano, la bajaba rápido sin que me diera solo para verme tenso, apretando culo y volver a alzar la mano. Luego de un par de esas, cuando más me tomaba de sorpresa bajaba una mano que me cubría un gluteo y parte del otro, bajó como si fuera una toalla mojada. Un golpe duro pero tan rápido que la onda me agitba las piernas enteras.
- ¡Uno! - Grité, estremecido, con la cara contra el sillón.
- Volvemos a empezar - dijo, ajustándose un poco.
- ¿Qué?
- Reglas de soldado. Si lo dices a gritos volvemos a empezar desde cero. Esa no contó.
- No, eso no me lo dijiste.
- Pues te lo estoy diciendo ahora - Ahí sí se puso serio. Por un instante pensé que lo había enojado, empecé a sudar y a entrelazar mis pies. Hubiera estado muy facil levantarme, me tenía agarrado de los boxers pero no era nada del otro mundo. Pero no me levanté, toda la atmosfera me decía que no podía irme hasta que acabara.
Llegó otra nalgada, ahora centrada en la que no le habían pegado. El golpe fue igual de intenso y sacó un ruido que no me hubiera sorprendido que escucharan sus vecinos. Me iba a salir el grito pero me contuve, era cosa de respirar, apretar bien el pecho y luego hablar como si no pasara nada.
- Dos - Dije, orgulloso de mi aguante.
Se quitó la presión de mi calzón chino y de repente sentí dos dedos entrando a mi boca, eran como una mordaza que no me podía quitar ni morder.
- ¿Qué número toca? - Me preguntó, su otra mano en el aire, amenazada de queiba a bajar.
- Tres - Apenas lo pude decir, me salian las palabras entrecortadas y aturdidas. Nada más le podía chupar los dedos. Me cayó una nalgada, ahora al centro, le pegó a las dos. Como tenía la boca abierta no me pude contener el grito.
- No. ¿Qué número sigue?
- ¡Que tres!
Me llovieron unas cinco nalgadas, todas me sacaron un grito en lo que los dedos me dejaban la boca abierta y no me dejaban moverme bien. Podía sentir el calor como si me estuvieran horneando las nalguitas. Sentí que iba a quemarme hasta que grité "uno" como pude.
Cambió de tono de nuevo, me acarició el trasero, sobándolo y hasta bajando a darle un besito.
- Exacto - me dijo - Volvemos a empezar cada que no te comportes. No hagas trampa o te va peor.
Sacó sus dedos ensalivados de mi boca y los metió en mis orejas, dandome una sensación asquerosa que me io ñañaras por todas partes.
- A ver si así oyes mejor las instrucciones.
Ni yo ni él llevamos cuenta de cuántas nalgadas totales me dio. Volví a empezar muchas veces. Cada que avanzaba, podia llegar como a la quinta nalgada pero la sexta llegaba a un culo más sensible y adolorido y me sacaba algún ruido sin que lo pudiera detener. Volver a empezar era tener esa frustración de no poder llegar. Muchas veces estuve en un ciclo de solo llegar el uno porque más que la nalgada me dolía no soportar y regresar al inico. En todo ello se mantuvo fuerte con el agarre en mi calzon chino, ese boxer era como un cuchillo que me castigaba por mpver el trasero tratando de aliviarme el dolor.
En todo ello este aire de autoridad que traía él me mantenía quieto. Escaparme hubiera estado tan fácil y mi cuerpo entero me lo pedía, pero su tono, como me tocaba, cómo me agarraba, todo me tenía con la piel chinita y no lo quería desobedecer. Cuando Benny me decía que volviera a empezar ni se lo cuestionaba, sólo lo hacía. Yo sabía que luego a niños los nalgeaban con cinturón o con la chancla pero con la mano fue suficiente para mí. Hasta a él le ardía y se tenía que dener a estirar un poco la muñeca en cada repetición. Luego me platicó que nunca le había hecho eso a nadie, pero en el momento parecía todo un experto, como si su trabajo fuera de disciplinario. No se burlaba de mí, no hacía chistecitos. Con el dolor que estaba sintiendo, si hubiera tratado de ser simpático me habría enojado con él y podríamos haber llegado a una pelea en serio.
Tuve que concentrarme mucho, respirar bien y sólo con la mente entera activada pude una sola vez llegar al diez. No le rogue antes que me soltara, no me puse a llorar. Con la cara roja, logre llegar a diez y luego se detuvo. Me quedé ahí, respirando fuerte, con el calor a todo lo que daba en mi trasero. Me soltó el boxer y me lo acomodó, sacando toda la tela de ahí y teniendo mucho cuidado de que alacomodarlo la tela no me rozara el trasero. No había pasado mucho tiempo, seguían siendo horas de preparar el desayuno.
- ¿Cuál fue la lección? - Me dijo.
- No te voy a molestar cuando estés trabajando.
Me puso las manos en la cintura yme levantó. Me sentó en su regazo y me sacó otros sonidos de dolor cuando hizo eso.
Le vi la cara y regresó a ser el que era. Mi osito. Con ojos amables y claros, esa boca de labios suaves que no quería sonreir pero me hacía el día, esa barba corta pero adorable, ese cabello chino que me volvía loco.
- ¿Estás bien? - Me dijo.
A pesar de todo, había sido de las experiencias más emocionantes que había tenido. Me sentía como si hubiera corrido un maratón, tan satisfecho, tan enamorado. La verdad es que Benny se veía unas diez veces más guapo cuando asumía ese aire tan dominante. Pero entre el dolor y la forma en la que me agarraba, me empezaron a salir las lágrimas. Todo ese dolor sí se estaba almacenando aunque yo lo soportara. Ni siquiera estaba triste, era como la explosión de toda esa nalguiza.
Me abrazó, su pecho espectacular y sus abdominales me recibieron en lo que me apapachaba la espalda. Hasta hoy no tengo idea de por qué tuve tanta suerte de tenerlo a él. Me hundí en su piel, cerrando los ojos y dejándome llorar en lo que me abrazaba. Eso también era nuevo; llorar y que me abrazaran. Entre todo eso me salía risa, me sentía ridículo de estar llorando por unas nalgadas pero a él no le importaba.
- Pensaba que me ibas a pedir que me detuviera... Sí te las dejé bien rojitas, ¿quieres ver? Te puedo sacar una foto.
- Te creo... Carajo, duele estar sentado.
- ¿Te quieres acostar?
- No, tú quédate quieto.
- Te gustó, ¿verdad?
- Pues... Sí, la verdad. Algo. Es que sí arde como ni te imaginas.
- Luego a ver si lo volvemos a intentar, ¿cómo ves?
Me empezó a acariciar los costados, me empezó a dar cosquillas y ahí lo detuve. Me veía como burlón, casi casi lamiéndose los labios. No le tuve que responder, hasta yo quería ver cómo se sentía eso luego.
- Ya vete a trabajar - Le dije, todavia con ojos llorosos.
- No, ya me distrajiste. Te ves bien guapo en las mañanas. Aquí quédate, hasta que te hartes.
Me dejó ahí un tiempo, abrazándome y sobándome por donde podía, los dos apenas cabíamos en esa silla.
Finalmente me tuve que parar, ya me estaba dando caloe estar tan abrigado de piel y ya no me quedaban lágrimas. Me puse boca abajo en en sillón y me baje ese boxer para airear mis nalgas. Las vi de reojo y definitivamente estaban rosas y lo que le sigue. Las vi más redondas, pero obvio no habia moretones o ninguna herida. Hasta se veía tenue ese roja comparado a cómo se sentía.
Me puso una bolsa pequeña con hielos en la mano y lento a mi tiempo la fui poniendo allá atrás para ayudar con el dolor. Mientras Benny regresó a revisar esos papeles, viendome a cada rato a ver cómo me sentía. Le io flojera preparar lfo, así que sólo me dio un bolillo con crema encima y me dijo que si quería algo más que me lo podía preparar yo.
Cada que se paraba, iba y venía, no podía evitar verle ese trasero cómo se le movía de un lado a otro, esas piernotas tentadoras. Me encantaba cómo se veía, verlo me aliviaba más que los hielos.
- ¿Te puedo nalguear a ti? - Le pregunté en un momento de sioencio en lo que solo se oia su pluma haciendo revisiones. Se rió.
- ¿Para vengarte?
- No, para sentir cómo es hacerte eso. Estás bien nalgón Benny, andas anojando.
- Un día de estos tal vez me animo. Igual, para sentir.
El día que siguió fue muy calmado, creo. No recuerdo nada más porque en la noche me tuve que ir y no pudimos probar mucho más, pero recuerdo bien eatar hí acostado, con el agua fria de los hieslos pasando por mis nalgas rojas, escuchando solo el refrigerador en la cocina y viendo a Benny como si fuera mi espectáculo. Era una excelente manera de despertar.